Descripción
Dice Daniel Groisman:
¿Y si dijéramos que el duelo no es el trabajo psíquico de la sustitución de un muerto por alguien vivo ni una pura fenomenología de las penas inigualables? ¿Y si tampoco fuera una conmiseración con el propio dolor? ¿Sería imaginable, por caso, decir que es la materia, el tiempo y el encanto con los que el muerto podría adquirir una nueva forma? Y si así lo admitiéramos, ¿esa materia, ese tiempo y ese encanto, entonces, podrían ayudar u obstaculizar al muerto a encontrar su nueva forma, es decir a realizar algo así como su propio duelo? ¿No sería ese acento puesto sobre el duelo de los muertos un modo de hacernos menos los vivos? ¿No daría incluso un cierto alivio estar en el medio de algo que pasa por uno, pero sin que eso que pasa por uno pase por uno? En otras palabras, ¿no sería un pequeño apagón para toda la parafernalia de prescripciones sobre la herida (psíquica) y su cierre?
¿Se trata de ayudar, entonces, al muerto a hacer su duelo? ¿Cómo sucedería tal cosa sin que sea un voluntariado del yo que lo organiza todo? ¿Se trata de dejar actuar al muerto en la vida de uno o, mejor, dejarse actuar por lo que de él vive en su muerte? ¿Cómo se da ese lugar? Y si fuera así, ¿esa actuación sería transitoria o se convertiría en una nueva forma de cohabitación? Dicho de otro modo, ¿sería necesario sacrificar algo de sí para “dejar ir”, tanto a ese objeto del sacrificio como al muerto que se lo lleva? ¿O se haría cada cosa bajo la sombra de su compañía sin conclusión en el horizonte? ¿Se trata de vías excluyentes, antagónicas? ¿Se trata de tiempos e intensidades paralelos, de estratos multiformes de una experiencia ciega? A cada quien, como en la hora del diamante, le toca “su” respuesta.
El autor: Luis Ignacio García (Córdoba, 1978) es docente y ensayista. Es doctor en filosofía por la UNC y profesor regular en la misma Universidad, en áreas de filosofía y estética. Es investigador del CONICET y ha dirigido diversos equipos y programas de investigación. Entre sus principales publicaciones se cuentan los libros de ensayo La Babel del odio. Políticas de la lengua en el frente antifascista (2021), La comunidad en montaje. Imaginación política y postdictadura (2018), Modernidad, cultura y crítica (2014), y los poemarios Luna en escorpio (2018, junto a Mariela Laudecina) y La obstinación de la luz (2023, junto a Verónica Rey). También publicó un libro de cuentos infantiles, Mutantes (2017), junto a sus dos hijos.